VIDA DE LOS ESPARTANOS
INSTITUCIONES
Todas las leyes y la Constitución características de Esparta se atribuyen a Licurgo, aunque de su persona se sabe bastante poco.
Unos dicen que viajó por todo el mundo conocido en su tiempo estudiando y comparando las leyes de distintos pueblos.
Otros afirman que se inspiró en la vida de las abejas para componer sus leyes.
Lo que está claro es que llevó a cabo una revolución legislativa en su ciudad, dándole un régimen diferente de todos los demás.
Licurgo, fue un legendario legislador espartano al que se atribuía la redacción de la Constitución de la antigua Esparta.
Se lo empezó a nombrar en el s. VI a.J.C.
Según la tradición, era el autor del código de costumbres que constituían las leyes tradicionales de los espartanos.
TIERRA Y POLITICA.
Dividió la tierra en lotes iguales, capaces de producir mucho más de lo necesario para sustentar a una persona, y los repartió equitativamente entre los ciudadanos.
Luego instauró un sistema político profundamente demócrata cuya norma fundamental, la llamada Gran Retra, era: “Que el pueblo tome las decisiones.
Pero si se equivoca, rechácenlas los ancianos y los reyes”.
Se hablaba de “los reyes”, en plural, porque una de las peculiaridades espartanas era que reinaban dos reyes simultáneamente, con lo que ninguno de ellos era monarca.
Además, había un Senado o Consejo de Ancianos, compuesto por individuos respetados que formaban una especie de aristocracia popular.
La manera de elegirlos tenía el encanto de los usos democráticos primitivos.
Un grupo de jueces se encerraba en una especie de caseta sin ventanas, y el pueblo se congregaba a su alrededor.
Los candidatos se iban presentando de a uno ante la asamblea popular.
El pueblo los aclamaba sin mencionar sus nombres.
Los jueces, desde su encierro, debían decidir cuál había sido el más aclamado, y ése era el elegido.
DINERO.
Una de los mejores aportes de Licurgo fue la invalidación fáctica del dinero.
Las monedas espartanas eran de hierro, pero ni siquiera valían su peso en hierro, porque se las templaba con vinagre para que el metal no pudiera reutilizarse.
Además, eran tan grandes y pesadas que para transportar mil dracmas hacía falta una yunta de bueyes.
Con eso se perseguían varios fines a la vez: anular la codicia —o, al menos, ponerla en evidencia, ya que un hombre rico necesitaba un granero para guardar su fortuna— dificultar los robos y mantener un sistema autárquico sin contacto con el mercado exterior.
Además, era una forma de impedir el asentamiento en Esparta de extranjeros codiciosos, a quienes se veía con enorme recelo.
FIDICIA.
Otra de las instituciones de Licurgo fue 1 comida en público.
Todos los hombres estaban obligados a pertenecer a una especie de sociedad gastronomica formada por 15 miembros, a la que a aportaban en especie lo necesario cada mes: harina, vino, queso, higos y algo de dinero para carne.
El plato imprescindible era su célebre “sopa negra” hecha de sangre, vino y vísceras dedo.
Estos clubes tenían u nombre —fidicia— que significa ahorro, aunque la palabra también evocaba el concepto de amistad.
Eran una vía para mantener la cohesión y la convivencia, así como una escuela para los más jóvenes.
Además servían de control para 1 mantener alejada la gula, un vicio detestado en Esparta, y la obesidad, también mal vista.
A pesar de la rigidez de sus leyes, Licurgo no debió ser un hombre severo.
Fue él quien introdujo la estatua de La Risa, que presidía las fidicia.
MORAL SEXUAL.
Los espartanos practicaban una moral sexual tan asombrosa para sus contemporáneos como lo sigue siendo para nosotros hoy en día.
Allí no había prejuicios ni escándalos.
Las jóvenes se exhibían desnudas ante los varones.
La mayoría de los ciudadanos eran bisexuales porque, si bien la homosexualidad era normal el matrimonio era obligatorio.
A los que no se casaba se los humillaba públicamente haciéndolos dar vueltas a la plaza por no dar hijos a la patria.
Las nociones de celos o adulterio eran extrañas a una sociedad en la que no estaba mal visto que ambos cónyuges mantuvieran otras relaciones, e incluso convivieran con sus maridos y sus amantes en el mismo hogar.
Leyes severas y arbitrarias Licurgo —arriba, su retrato—, implantó leyes severas.
Un consejo de ancianos examinaba a salud de los bebés nacer.
Si no estaban sanos eran asesinados.
Arriba, izquierda, un mosaico muestra el asesinato de Licurgo.
MILICIA
La manera de luchar de los espartanos era legendaria.
Los reinos extranjeros que querían invadir Grecia buscaban antes una alianza militar con Esparta y colmaban a los espartanos de regalos.
En cambio, el mejor presente que Esparta podía hacer a las otras ciudades griegas era un general.
LOS HOPLITAS.
Espartanos eran los 300 hombres que contuvieron al formidable ejército persa en el desfiladero de las Termópilas y también los que, junto a los atenienses, los volvieron a derrotaren Platea.
Entrenados desde la infancia para soportar el dolor, agitados por un impulso patriótico ferviente y ávidos estudiosos de la estrategia, los espartanos mantuvieron la preponderancia en Grecia durante el siglo V a. de C.
Ello fue consecuencia del desarrollo de su técnica militar, yen especial de una nueva forma de ataque que consistía en el empuje frontal de una masa de guerreros dotados de armaduras pesadas, los hoplitas. Pero estos éxitos ahogaron a su sociedad en un militarismo ciego que anuló todas sus otras capacidades, hasta el punto de que la actividad cultural cesó.
TOTALITARIOS.
En este militarismo yen otros aspectos —su xenofobia y su obediencia ciega a la autoridad, por ejemplo—, los fundamentos de la vieja ciudad helena concuerdan con las bases políticas de los totalitarismos del siglo pasado.
Aunque Esparta nunca soportó tiranos, tanto Hitler como Mussolini y Stalin hablaban con admiración de ella, a pesar de que ninguno de los tres hubiera hecho allí una carrera muy brillante.
LACONISMO.
Les habría faltado una conducta meritoria que exhibir y les habrían sobrado todos sus recursos oratorios, porque los espartanos odiaban los discursos.
De hecho fue para referirse a ellos para lo que nació el concepto de laconismo.
LA MUJER
No tiene nada de extraño que lo que más llamara la atención de los otros helenos que con frecuencia visitaban Esparta fuera la conducta de las mujeres y su estatus de igualdad con los varones.
DEPORTISTAS.
Ellas también se ejercitaban en los juegos de deportivos, y era famosa a esbeltez y fortaleza de sus cuerpos, que facilitaba además su papel de madres.
Peleaban completamente desnudas y hubo en Esparta muchas atletas famosas que se lamentaban de no poder participar en los Juegos Olímpicos con los hombres.
ADMINISTRADORAS.
Como el Estado se hacía cargo de los hijos, y los maridos pasaban largas temporadas participando de las guerras, disfrutaban de mucho tiempo libre para entretener se y organizarse.
Eran ellas las que manejaban la hacienda, la administraban y llevaban las riendas del hogar.
Estaban tan poco supeditadas al varón que una extranjera llegó a preguntar a la mujer del famoso Leónidas de las Termópilas por qué, entre todas las mujeres, sólo las espartanas dominaban a sus hombres.
A lo que la otra mujer respondió:
“Será porque sólo nosotras parimos verdaderos hombres”.
AMANTES.
Ellas no se casaban de acuerdo con la voluntad de sus padres, sino con la suya propia y no lo hacían, como se acostumbraba en otras partes, a los 14 6 15 años, sino a los 20.
Se dejaban raptar por el hombre que elegían y, después de eso, las relaciones entre ellos se alargaban una temporada durante la cual cada uno vivía en su casa.
Los encuentros eran secretos, breves y en completa oscuridad, sin mediar tiempo de convivencia, para mantener sus cuerpos “recientes en el amor, por dejar siempre en ambos la llama del deseo y de la complacencia”, como escribió Plutarco.
A veces, esa relación duraba tanto que había hombres que eran padres sin haber visto jamás a su mujer a la luz del sol.
No se les exigía dote y la ley reconocía su igualdad hasta el punto de que les estaba permitida legal mente tener amantes.
Una mujer joven casada con un hombre mayor podía llevar a su casa a un amante joven si lo deseaba.
Un hombre mayor enamorado de una mujer casada podía obtener, si ella lo aceptaba, el permiso de su marido para visitarla con una asiduidad convenida.
VOZ Y VOTO.
Las mujeres tenían voz en las asambleas políticas y podían recibir la herencia de sus padres cuando ellos morían, de modo que había en Esparta muchas damas acomodadas que vivían su vida con plena libertad.
SOCIEDAD
Aunque todos los ciudadanos de Esparta eran iguales ante la ley, no todos los habitantes eran ciudadanos.
La mayor parte eran periecos —hombres libres, pero sin derechos— o ilotas —esclavos—.
Ambos vivían para garantizar la subsistencia y libre disponibilidad de los espartanos, que jamás se manchaban las manos con otra cosa que no fuera sangre, vino o la resma de las palestras.
Vivían para atender las necesidades del Estado en lo relativo a la milicia, la administración y sobre todo la educación.
EDUCACIÓN.
La base de Esparta residía en la educación.
En realidad, toda la filosofía de Licurgo descansaba en la idea de que, cuanto mejor fuera cada ciudadano, mejor y más fuerte seria el Estado.
Y el concepto de ser mejor se confundía para Licurgo con el de ser más fuerte y necesitar menos.
Se cuenta que una vez le preguntaron cómo podía Esparta librarse para siempre de sus enemigos y contestó:”siendo pobres y no deseando tener más poder que el otro.”
INFANCIA DURA.
Licurgo pedía mucho de sus conciudadanos, así que no resultaba fácil se un buen espartano. Se examinaba con cuidado a los recién nacidos, y si las criaturas no eran normales se las abandonaba o despeñaba desde el monte Taigeto.
Los niños declarados sanos vivían hasta los siete años con los padres.
Luego, el Estado se hacía cargo de los varones.
Ponían especial esfuerzo en liberarlos de los miedos infantiles, la oscuridad, la soledad y las supersticiones, así que las amas de crianza espartanas eran muy valoradas en toda Grecia.
PRUEBAS CONSTANTES.
A los varones les hacían pasar progresivamente por una serie de pruebas y sufrimientos que tenían el propósito de endurecerlos.
A veces, los educadores promovían peleas entre ellos con el fin de estudiar sus cualidades y su valor individual.
Les hacían pasar hambre y frío, correr descalzos por lugares pedregosos y dormir sobre cañas que ellos mismos cortaban con las manos.
Aprendían a hablar poco y a decir las cosas de la manera más exacta y con el menor número de palabras posible.
Se les exigía obediencia ciega.
Los castigos iban desde morderles el pulgar hasta darles latigazos.
Les estaba permitido robar comida, pero si los descubrían eran castigados.
No por haber robado, sino por haber sido sorprendidos.
En cuanto a su instrucción como hoy la entendemos, aprendían a leer y escribir, pero no mucho más.
Se los veía por todas partes desnutridos, pero ágiles y vivos como nadie.
A los 18 años mejoraban de estado, pero continuaban viviendo en régimen carcelario hasta los 30.
PATRIOTAS.
Para dar una imagen del sentimiento patriótico que se les inculcaba, sirva la anécdota de aquel espartano que, en lugar de sentirse humillado por no haber sido elegido entre los 300 mejores ciudadanos, como él pretendía, regresó de la elección muy contento de que hubiese en la ciudad 300 mejor que él.
En cuanto a su régimen de libertad, además de la obligación de casar se, a los ciudadanos les estaba prohibido viajar al extranjero, y debían obedecer una serie de leyes suntuarias que les impedían poseer oro o plata.
Pero si quedaban sin nada hasta el punto de no poder contribuir a las comidas en común, se les retiraba la ciudadanía.
FAMA Y MUERTE.
Los espartanos nunca fueron muchos.
Cuando más, unos 20.000, así que se conocían todos entre sí y la fama era muy importante para ellos.
Los pocos que llegaban a los 60 años solían ser individuos famosos y respetados.
Vivían cómodamente el resto de sus vidas y cuando morían el Estado les hacía grandes funerales, el mismo Estado que había dirigido y forzado cada paso de su vida.
Pero los entierros de la gente corriente eran mucho más sencillos: los envolvían con un paño, agregaban unas ramas de olivo y los sepultaban discretamente.
Por ley, los duelos sólo podían durar doce días.
En cuanto a la religión, la espartana era ritual, oficialista, y dedicada a reconocer a los dioses como aquellos que les dieron, a través del “profeta” Licurgo, sus preciosas leyes.
Fuente Consultada: Revista Muy Interesante Nro. 229 (2004)
ESPARTA:
Entre todas las ciudades griegas, Atenas y Esparta han representado un papel preponderante.
De aquí que los latinos las llamasen los dos ojos de Grecia, y nos interesen, porque la rivalidad de entre ambas es el fundamento de la historia griega.
En Atenas, el hombre fue principalmente un ciudadano apasionado de la libertad política, de la actividad comercial, del arte y de la literatura.
En Esparta, fue únicamente un soldado que se ejercité sin descanso en las virtudes militares y estuvo siempre dispuesto a dar su vida por la patria.
Esparta o Lacedemonia, capital de la Laconia, fue una a modo de ciudad cuartel.
Más bien que una ciudad, era un grupo de cinco aldeas situadas en las orillas pantanosas del Eurotas, que baja torrentoso de la meseta de Arcadia y atraviesa mansamente a Laconia.
Esparta no estuvo nunca cercada de murallas, porque no tuvo necesidad de ellas.
Laconia, cuyo centro lo &upaba Esparta, está, en efecto, rodeada de montañas; éstas son bastante altas y permiten que la nieve permanezca ah casi todo el año; además, las sen das transitables son muy raras y es muy fácil defender’ los desfiladeros.
Ahora, si se añade que el valle del Eurotas es fértil y pueda alimentar la población, se comprenderá que Esparta fuera un campo atrincherado natural, en e que vivió un pueblo de soldados.
LOS ESPARTANOS:
Los espartanos formaron parte de una invasión de dorios griegos del norte que, echados de su país por los tesalios, acometieron las penínsulas del Peloponeso y conquistaron las ciudades de los aqueos.
Los dorios de Esparta tomaron el nombre de espartanos.
Menos numerosos que los vencidos, hubo que estar constantemente sobre las armas en medio de aquellas poblaciones sojuzgadas, a fin de conservar lo que habían conquistado.
Por consiguiente no les fue posible labrar la tierra no dedicarse al comercio.
Fueron un ejercito invasor que vivía de lo que le daba el suelo gracias al trabajo de los vencidos y cuyo exclusivo oficio era la guerra.
Todo en ellos era preparación militar.
Fueron los guerreros mejor adiestrados y más heroicos de Grecia; pero desdeñaron el bienestar y la cultura intelectual porque, según ellos, corrompían las virtudes marciales.
Su ideal consistió en formar una comunidad militar en la que cada cual, por disciplina, tuviera orgullo en sacrificar su libertad y su vida por el interés superior del estado.
LACONIOS PERIECOS E ILOTAS:
El territorio de Laconia, dividido en lotes que no podían venderse ni cederse, fue propiedad de los vencedores. Los habitantes de la llanura continuaron viviendo en su antiguo suelo en condición muy parecida a la esclavitud.
Los de las montañas y del litoral, sometidos posteriormente, fueron tratados con menos dureza.
En la población de Laconia hubo, pues, tres clases los espartanos (9,000 aproximadamente), los periecos (30,000) y los ilotas (unos 200,000).
Sólo el espartano tenía derecho de ciudadanía; los periecos y los ilotas no eran sino súbditos.
Los periecos, es decir, la gente de alrededor, habitabais la frontera montañosa y marítima de Laconia, y parecen haber sido descendientes de los antiguos señores del país.
Estaban repartidos en unos cien pueblos que se administraban por sí mismos. Podían poseer libremente sus tierras y gozar del fruto de su trabajo.
Se dedicaban a la agricultura al comercio, a la industria, a la navegación y a todas las ocupacio9es prohibidas a los espartanos. Pagaban los impuestos y tenían obligación de servir en el ejército; no por ello les concedían el menor derecho político.
Los ilotas eran los antiguos laconios del valle.
Los espartanos hicieron de ellos siervos, es decir, mitad libres y mitad esclavos.
No vivían agrupados en pueblos, sino que habitaban en cabañas aisladas que podían edificar en las tierras que labraban, tierras que no les pertenecían, antes bien, eran ellos quienes pertenecían a la tierra y formaban parte de la propiedad.
Cada año debían dar una parte de la cosecha a los dueños del fundo, pudiendo reservarse la otra parte.
El único derecho que tenían era el de no poder ser vendidos.
Los espartanos trataban mal a esos infelices; en la guerra, empleándolos como sirvientes del ejército; en la paz, obligándolos a lleva vestidos especiales, y hasta prohibiéndoles cantar ninguna canción guerrera.
Frecuentemente los forzaban a beber hasta la embriaguez para que el espectáculo de su degradación repugnase a sus propios hijos.
A pesar de los malos tratos, los señores consideraban que era un peligro el hecho de que fueran tan numerosos, y les daban muerte valiéndose del menor pretexto.
Se condenaba a muerte al ilota que poseía un arma o que se encontraba fuera de su casa después de la puesta del sol.
Su suerte era la misma que hoy cabe al labriego cristiano en Turquía europea.
Todos los años y cada vez que los nuevos magistrados tomaban posesión de sus cargos, la gente joven tenía derecho de cazar ilotas, procedimiento que llamaba criptia, es decir, matanza secreta.
El régimen de terror aplicado al ilota daba terror en esta clase social a sentimientos de odio y de venganza.
« Inmediatamente que se les hablaba de los espartanos, dice el historiador griego Jenofonte, no había uno que supiese ocultar el gusto que tendrían en comérselos vivos.»
FORMACION DEL PODER DE ESPARTA:
Un estado militar como era éste, no podía soportar ni vecinos poderosos ni súbditos rebeldes.
Las dos penínsulas de Laconia, Argólide y Mesenia, habitadas por otros conquistadores dorios, eran una amenaza para Esparta, y de aquí la serie de guerras contra Argos y Mesena, que sólo se terminó cuando los espartanos poseyeron todo el sur y el este del Peloponeso.
Las guerras más rudas fueron las de Mesenia en el siglo VII, que duraron cerca de veinticuatro años.
Ciertos episodios eran célebres en la antigüedad, tal como el de Aristómenes, héroe mesenio que, cogido por los espartanos y arrojado a un precipicio, se salvó asiéndose a la cola de un zorro que le condujo en medio de las tinieblas a la boca de su guarida.
EL EJERCITO ESPARTANO:
El instrumento de aquellas conquistas fue el ejército espartano, el primero de Grecia por su organización y disciplina.
En efecto, en los otros pueblos no se era soldado sino en caso de necesidad en tiempo de guerra se armaba al ciudadano, y el ejército era tan solo una guardia nacional, mientras que los espartanos eran soldados de profesión.
Acostumbrados desde su más tierna edad a la caza y a los ejercicios violentos, permanecían después en filas hasta los sesenta años.
Dos veces al día tenían ejercicio o maniobras, y la paz la consideraban únicamente como una preparación para la guerra.
Los espartanos combatían a pie y formaban el cuerpo de los hoplitas. estos usaban casaca roja, coraza de bronce, casco que les protegía la cabeza y la cara, escudo de cuero cubierto también de bronce, y canilleras o botas de metal llamadas cnémidas, que les cubrían desde la rodilla ha la el tobillo.
Tenían por armas, espada corta, como un ‘cuchillo de caza, y la lanza que medía más de dos metros de largo.
En formación de combate se presentaban en línea de ocho en fondo; unidos los escudos unos contra Otros, formaban delante de los hombres una verdadera muralla.
Dispuestos así en falange, y coronados de flores, acometían al enemigo al son de las flautas y cantando un canto de guerra llamado pean.
Pero no empezaban el ataque sino después de haber sacrificado una cabra M buscado presagios en las entrañas de la víctima.
Pasaban por invencibles a causa de su reputada fuerza y de su gran bravura.
La falange se dividía en batallones y en escuadras.
Esta división era útil en las expediciones poco importantes y en los ejercicios, en los cuales desplegaban tal precisión que los otros griegos estaban maravillados.
En realidad, los espartanos no tenían igual para las instrucciones de soldados y de compañía.
En cuanto al arte de combatir, este se resumía en ir a la carga.
La fuerza de las falanges espartanas residía principalmente en la costumbre de obediencia, de honor y de sacrificio que inspiraban a los espartanos las leyes, que llamaban leyes de Licurgo.
LICURGO:
Licurgo vivió, según se dice, en el siglo IX.
Era un hombre honrado, puesto que, siendo de familia: real, había rehusado aceptar el titulo de rey en beneficio de un sobrino suyo del cual era tutor.
Era un sabio, es decir un hombre instruido, porque había viajado por Creta, Egipto y Asia. Los espartanos, que se deshacían en guerras civiles, le pidieron leyes.
Licurgo consultó en primer lugar el oráculo de Delfos que le animé llamándole amigo de los dioses.
Redactó entonces la constitución que lleva su nombre y, después de haber hecho que los espartanos juraran respetarla hasta que él regresara, partió para no volver más.
Esto es, sin duda, una leyenda, y hasta es posible que el mismo Licurgo no existiera; pero las leyes llamadas de Licurgo no dejaron por eso de ser la constitución de Esparta.
HOPLITAS EN MARCHA.
Las leyes de Licurgo eran un conjunto de prescripciones minuciosas relativas no solamente al gobierno y a la administración del estado, sino también a la vida de los particulares y a la educación de los niños. Tuvieron por objeto:
1-Establecer en Esparta la autoridad de la aristocracia
2-Asegurar a los espartanos las tierras conquistadas a través de una excelente formación militar.
EL GOBIERNO:
Antes de Licurgo, Esparta estaba gobernada por dos reyes omnipotentes.
Licurgo hizo de ellos personajes representativos, sin autoridad real.
Los dos reyes fueron jefes de la religión y del ejército.
Celebraban sacrificios y mandaban los ejércitos; en realidad, eran como los modernos reyes de Bélgica o de Inglaterra reinaban pero no gobernaban.
El gobierno estaba en manos de la Gerusia , consejo de 28 miembros, todos nobles y de sesenta años de edad.
La Gerusia proponía y redactaba las leyes y después las sometía a la Asamblea del Pueblo, que se reunía una vez por mes.
No habla allí discusiones y el pueblo manifestaba su acuerdo por medio de aclamaciones.
Más tarde, el pueblo nombró cada año cinco Éforos o vigilantes, cuya función consistía en intervenir en los actos de los reyes y de los demás magistrados, que podían suspender o condenar; a además, acompañaban al ejército en campaña.
De aquí que en Esparta el poder no perteneciese al pueblo ni a los reyes, sino a la aristocracia.
LEYES CIVILES:
En teoría, los ciudadanos eran todos iguales, como los soldados de un regimiento. Licurgo quiso que no hubiese en Esparta ni ricos ni pobres, y distribuyó las tierras por lotes entre los ciudadanos, con prohibición expresa de venderlas.
Los productos del suelo cultivado por los ilotas debían bastar a sus necesidades, y todo oficio les estaba vedado.
De esta manera, desembarazados los espartanos del cuidado de ganarse el sustento, podían consagrarse enteramente a los deberes militares.
Para evitar que se enriquecieran, estaban obligados a servirse’ exclusivamente de la moneda de bronce, que era pesada en extremo y tenía poco valor.
A pesar de todo, hubo desigualdad en las fortunas y se formó en Esparta una aristocracia rica, cuyos miembros, y sólo ellos, se llamaban iguales.
EDUCACION DE LOS NIÑOS:
El niño, destinado a ser un soldado, pertenecía más al estado que a su familia, al nacer era examinado por los ancianos de la tribu, que lo devolvían a la madre si estaba bien constituido; en caso contrario lo hacían arrojar aun abismo del Taigeto.
Todas las madres educaban a sus hijos de la misma manera; no los envolvían y los acostumbraban a comer de todo y a no tener miedo de nada.
Al cumplir el niño los siete años se entregaba al estado; el niño era entonces como un hijo de regimiento, que desde’ luego formaba parte de una clase mandada por el que se habla mostrado superior a los Otros alumnos por su inteligencia y su fuerza.
El estudio se tenía en poco en este género de educación.
Se limitaba a enseñar a los niños a cantar y a explicarse con precisión; tratábase sobre todo de dar fortaleza y flexibilidad al cuerpo.
Gracias a una serie de ejercicios graduados, los niños aprendían a correr, saltar y lanzar el disco o la jabalina.
Después se ejercitaban en el manejo de las armas y en la danza guerrera llamada pirrica.
Así se les acostumbraba a soportar’ sin quejarse el dolor, el frío y el calor, el hambre y la sed, la fatiga y Llevaban el mismo vestido en todas las estaciones, se acostarían sobre cañas que ellos mismos cortaban en el Eurotas, y no se lavaban ni perfumaban sino en los días de grandes fiestas.
Se les alimentaba mal y les era permitido robar para aplacar el hambre; pero, silos encontraban robando, eran castigados severamente.
Uno de ellos, que habla ocultado un zorro vivo bajo su túnica, se dejó morder el vientre antes que confesar el robo.
Había también concursos de resistencia a los porrazo.
Cada año recibían una vuelta de azotes delante del altar de Artemisa, y el vencedor era quien tardaba más en quejarse; sucedió que murieron algunos niños sin prorrumpir un quejido.
Estos niños tenían aspecto grave y ademanes mesurados.
‘Caminaban con los ojos bajos, y no tomaban la palabra sino cuando eran interrogados.
Esta educación de hierro los preparaba a la disciplina militar.
VIDA DE LOS HOMBRES:
Los jóvenes formaban parte del ejército a los diez y siete años; a los treinta eran considerados como ciudadanos y debían contraer matrimonio, sin dejar por ello de pertenecer al estado.
El empleo del tiempo estaba fijado por los reglamentos.
Llevaban uniforme y debían asistir todos los días a los ejercicios, consistentes en carreras, saltos y manejo de las armas.
A este respecto, la institución más curiosa era la de las comidas publicas, que eran obligatorias para todos los espartanos, aun para los reyes; sin embargo, no se celebraban diariamente.
En esas comidas, los hombres se agrupaban por escuadras de a 15, y los que las componían eran en la guerra compañeros de tienda de campaña.
Esas escuadras eran círculos a los que era muy difícil entrar y en los que se procedía a votación para aceptar un nuevo miembro, como sucede en los cuerpos de oficiales en Alemania.
En las comidas públicas se comía la sopa negra, guisado célebre en toda Grecia, hecho con pedacitos de carne, grasa de cerdo, vinagre y sal.
Pero la minuta podía aumentarse con productos de caza o con carne de las victimas, cuando había habido un sacrificio.
A esa vida austera debían los espartanos el carácter grave y digno -que tenían.
Diriase que los envaraba su compostura heroica de viejos veteranos que afectan despreciar todo lo que los demás hombres aprendan o temen.
No se inclinaban sino delante de los ancianos, que respetaban como a sus padres.
Su lenguaje era voluntariamente rudo y sencillo, y su manera de responder, a la vez corta y mordaz, ha llegado hasta nosotros con el nombre de laconismo.
Un argivo decía un día
« Existen entre nosotros muchas sepulturas de espartanos », y un espartano le respondió
"Entre nosotros no existe ni una sola de argivo"
Filipo de Macedonia escribió a los espartanos:
« Si entro en Laconia, destruiré vuestra ciudad. » —
"Si... “respondieron los espartanos.
LAS MUJERES:
Las jóvenes no eran educadas en Esparta menos severamente que los jóvenes.
Estaban sometidas a los mismos ejercicios de los varones y asistían a sus concursos.
Su vestido, que bajaba apenas hasta la rodilla, les permitía libertad en los movimientos.
Su vida de ejercicios era motivo de burlas entre los demás griegos, que tenían a sus hijas cuidadosamente encerradas.
Una vez casadas, resultaban esposas y madres de soldados.
Eran muy reputadas por su energía y su abnegación.
El amor maternal, en aquellas mujeres estaba supeditado por el amor a la patria; hubo alguna que al saber al mismo tiempo la muerte de sus cinco hijos y la victoria de Esparta, exclamó
« Tanto mejor: demos gracias a los dioses! », y otra que mató a su Hijo porque huyó del campo de batalla.
Lo que más caracteriza la condición de la mujer en la antigua Grecia es su constante estado de menor edad.
En su existencia no había un solo momento en que gozara de los derechos civiles del ciudadano, pues siempre tenía un dueño que la gobernara.
Cuando joven, dependía de su padre; casada pertenecía a su marido; viuda, estaba sometida a sus parientes o a sus hijos.
Pero si hemos de juzgar por las pinturas de los poetas y por algunas anécdotas publicadas por los historiadores, diremos que la mujer tenía frecuentemente en la casa una autoridad considerable; tanto es así, que algunos personajes de comedia se quejan una vez casados, de tener no una mujer, sino una dueña imperiosa.
Jenofonte, en su tratado de Economía, nos describe un matrimonio ateniense tal como él lo concibe.
Quiere que la mujer sea soberana en su casa, que tenga la dirección de los esclavos y arregle a su antojo los gastos de la familia.
Más, a pesar de su empeño, no consigue presentar a la mujer griega sino como una buena gobernante.
Salvo quizá en Esparta, donde la mujer, como hemos visto antes, era la primera en hacer que sus hijos fueran buenos soldados y buenos ciudadanos, las mujeres griegas representaron en la sociedad un papel harto secundario, su vida transcurría sosegada, monótona y obscuramente; las futilezas ocupaban para ellas un puesto más preferente que las ocupaciones más serias e importantes.
Mientras duró Esparta, la mujer permaneció fiel a la educación y a las costumbres particulares del estado.
Muchas modificaciones se introdujeron en las leyes políticas o civiles de Licurgo; pero la regla de vida que él había impuesto a los espartanos se mantuvo e hizo de ellos los primeros soldados de Grecia y los verdaderos maestros de heroísmo de la humanidad.